Oigo a un antiguo político considerar, durante un mitin estentóreo, la paridad en la validez entre el voto de un catedrático de Harvard y un vendedor de lotería, mientras asegura que en esto se halla la grandeza de la democracia. Permítaseme que lo dude. ¿No se hallará también en esto la servidumbre de dicho sistema? Tal aserto sería plausible si todos los ciudadanos con derecho a voto contaran con la autonomía y libertad indispensable, tras reflexionar concienzuda y con plena información, en ningún caso sectaria y manipulada, para depositar un voto contrastado y responsable, no adulterado por la mezquindad de intereses. Condición, que a todas luces, no se da en los estados "democráticos" actuales.
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