A Juan Ramón

A Juan Ramón

 Nostaljias, rosas, primaveras, crepúsculos,

avecillas, malvas, heridas, sepulcros,

sangre que mana, resquemor de culpa,

arreboles rosas en las mañanas,

rumor en el alma de una fontana,

quietud del tiempo que el ansia busca,

 lívidas mujeres, dulzor de mieles,

animan el verso de Juan Ramón Jiménez

Cálida como llama



Te sentía en mi piel,

tan mía eras como mi alma,

tan cálida como llama,

tan próxima como el deseo;

visita de noches vanas,

presencia sin argumento

rumiándote en mi cerebro,

soñándote en mi desvelo.

De tantos días, uno sería el día

en el centro de la soledad,

en el énfasis de mi verbo.

No puedo negar tu aliento

como mentira; tu fervor,

por nuestros encuentros.

En la cruz de tu abrazo

derramé en sacrificio mi credo,

en la desesperación sin deseo

nunca fue duradero 

el eco de tus pasos,

los besos que negaste,

la vida de mi vida 

que no pudo sembrar tu seno,

la celda en el infierno

donde marchitaron mis pensamientos.

Dádiva contrita

Dádiva contrita

 jirón de alma descarnada

en el deseo candente de tus manos

calcinado el anhelo está en tu abrazo

ascua que incinera y aun doliente

complace en carne viva

su ruda penitencia

dormir la noche sigilosa

como una sierpe hurgando en la memoria

lava de pecado corroyendo mis venas

vino de lascivias vertiendo

por sus cráteras como agonía

de miembros que entrelazan

quizá no signifique

que ese dolor placentero

que ansía el gozo en sus raíces

sea justa dádiva contrita

de frutos y consuelos.


El eco en sus rumores

El eco en sus rumores

 la sangre anhela manantiales

márgenes del silencio

las aguas elementales

el alma rota tupidos besos

el eco en sus rumores

la línea pura en alborada

sementeras de jazmines

pulso idolatrado en su latido

almíbar del deseo

sentido que trasciende su vacío

dulce néctar sin olvido

llama persistente boca

de candente ascua

ventana de par en par

sin un paisaje.

ELEJÍA

ELEJÍA

 Qué gran tristeza constriñe la esperanza,

qué fiel dolor impide fluir la dicha,

qué sinsabor amarga la garganta,

qué hoja muerta dice que el otoño llega,


qué vendaval arrasa la emoción del pecho,

qué desamor ensombreció el mañana,

qué oscura sombra oculta la sonrisa,

qué falsos besos desdeñó el deseo,


qué traición volvió el corazón seco,

qué joven cepa germinará las uvas

que devolverá la voz al silencio

y al alma desolada las nupcias puras.

Galimatías

 estoy frito de estar sin eso

si no fuera por que aquello

supliera ello, porque con esto,

en este estar sin ser, sobraría eso.


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Desconsuelo de amor

Desconsuelo de amor

 Amé mucho sin consuelo;

aún lo recuerda el seco paladar, 

la huella lacerada de la memoria.

Una mañana dejó de sangrar

su fría herida, cesó de fluir 

su flujo por mis venas.

Tantas veces me digo que ya

no la quiero, aunque sólo

en el corazón late su recuerdo.

Su raíz caló profundo,

se confundió con los jugos

de mi alma; su nombre

entreabre los goznes del deseo,

el amor que creía ya marchito

florece en un cáliz de magma 

y primavera.

Arturo Pérez Reverte ¡ Qué no quiero verte!

Arturo Pérez Reverte ¡ Qué no quiero verte!

 Arturo Pérez Reverte

¡Qué no quiero verte!

Compito, como tanto menda

ocioso de las cuitas de verano,

en el concurso de poesía Zenda

con que incentivas al poeta corriente,

y no digo que me la dieran por el a...,

pues no es de recibo que se pretenda

obtener galardones sin haberlos merecido.

Pero tras leer a tus finalistas, me digo:

Porque estos diez merecieron tal regalo,

del juicio del jurado los halagos,

si apenas advierto diferencias conmigo.

¿Dónde la excelencia de sus párrafos?

Por mucho que vueltas dé no la descubro.

Acaso el eureka resida en que yo sea burro

y que de todos sea bien conocido el dicho

que "sobre gustos no haya nada escrito".