Te sentía en mi piel,
tan mía eras como mi alma,
tan cálida como llama,
tan próxima como el deseo;
visita de noches vanas,
presencia sin argumento
rumiándote en mi cerebro,
soñándote en mi desvelo.
De tantos días, uno sería el día
en el centro de la soledad,
en el énfasis de mi verbo.
No puedo negar tu aliento
como mentira; tu fervor,
por nuestros encuentros.
En la cruz de tu abrazo
derramé en sacrificio mi credo,
en la desesperación sin deseo
nunca fue duradero
el eco de tus pasos,
los besos que negaste,
la vida de mi vida
que no pudo sembrar tu seno,
la celda en el infierno
donde marchitaron mis pensamientos.
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