Borges y los toros

 Leo que Borges no apreciaba la tauromaquia. En su plática señala su poca consideración hacia el torero, al que tilda de cobarde. Considera la lidia como una pugna desigual, en la que el matador tiene todas las ventajas. Por tanto, su valor es cuestionable. Obvia la bravura del toro, definiéndolo como un animal poco menos  que indefenso, lejos de la fiera encastada que se presume. Imaginamos que su crítica aun se prolongaría en cuanto a las cualidades estéticas de la Fiesta, juzgándola acaso de barbarie anacrónica. En argentina, tierra ganadera por excelencia, no caló el legado hispano de la tauromaquia, como lo hizo en otros países de América: Perú o México. por ejemplo.

Creemos que estas conjeturas de Borges no dejan de ser una opinión. Borges enjuicia la Fiesta desde la barrera. Seguramente, desconocía en profundidad la profesión taurina, cuáles son los factores de riesgo, valor y oficio que concurren en una corrida. Es posible que no presenciara ninguna en vivo: cuanto sabía seguramente era por referencias. Nadie podrá argüir cosa diferente de que la competencia de Borges residía en los libros y que su erudición era extensamente reconocida. Posiblemente, nadie manejó el castellano como él en el siglo XX, o al menos se hallaba entre los escogidos. Pero me atrevería a afirmar que de toros sabía bien poco, que nunca supo lo significa ponerse delante de un morlaco como tampoco supo en propia carne lo que era manejar el cuchillo en una reyerta de "malevos", en el suburbio de Buenos Aires. A quien suscribe le ocurre lo mismo, pero me prevengo de opinar de lances y cuchilladas

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Francisco Juliá

Soy Francisco Juliá, y el deseo de este blog es llegar al mayor número de lectores, compartir una hermandad a la que nos invita lo íntimo de la conciencia.

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