Lúbricos abrazos

¿ Sabré los besos que aguardan

henchidos de nostalgias,

de puras renuncias que se fueron

como bajel que traspone el horizonte,

como lamento que ahoga el pañuelo?

Antaño creí que tales deleites serían míos,

que su cuerpo tentador conocería mi abrazo

y su alma se fundiría con mi desesperación,

y no su desamor con mi despecho.

Una vez fui suyo; no sé si ella

deseó con igual deseo; 

pero en la seducción siempre hay

una adorador y un dueño.

Esta tarde creí volver a verla;

se parecía pero no era ella.

Yo hojeaba unos libros

en una librería-café

a la que acuden los pedantes

y otros adeptos al ocio  y...

El que tenía en mis manos,

era un libro de Mann, ilustrado;

las láminas destacaban 

por un azul de mar al fondo,

sobre el que se perfilaba

la desnudez de un muchacho,

una franja beige de arena 

y un cincuentón caminando,

solitario, junto a unas barcas.

Ojeaba las estampas

pero mi atención divagaba.

Sentí como si algo recorriera

mi cuerpo, como si el instinto

agazapado fluyera y una mirada

tangencial me codiciara

con sensual agitación en el alma.

No tardó en levantarse incitada

para curiosear inquieta entre las baldas,

entresacando algún libro,

sugiriendo una invitación al encuentro,

una cómplice intimidad literaria.

Pero prevaleció de nuevo

la cautela al venial deseo;

adquirí un ensayo aséptico de Kant

y, mitigando mi voluntad cierto desmayo,

 me ausenté meditando

que la veleidad y el sexo

no son buenos consejeros.

Para un corazón en barbecho

no son recomendables

los furibundos flechazos

ni los pretéritos braseros

donde aún se fraguan

apetitos insinceros y lúbricos abrazos.

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Francisco Juliá

Soy Francisco Juliá, y el deseo de este blog es llegar al mayor número de lectores, compartir una hermandad a la que nos invita lo íntimo de la conciencia.

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