Fue el "Barbero de Sevilla" una obra de compromiso dentro de la producción operística rossiniana. Después de ver rechazados muchos proyectos por la censura romana, Rossini vio caer en sus manos, por mediación del empresario del Teatro Argentino, el libreto del Barbero de Sevilla, basado en la comedia de Beaumarchais, a la que ya había puesto musica con anterioridad Paisiello. Esto supuso para Rossini el compromiso de enviar una carta respetuosa, casi de disculpa, en demanda de anuencia por haber osado abordar una obra ya tratada, no sin falta de talento y con renovado éxito en los escenarios, por el anciano maestro, hoy injustamente semiolvidado, de la ópera napolitana.
La composición del "Barbero..." en el tiempo record de dos semanas, da una idea aproximada del carácter coyuntural y casi para salir del paso que tenía la obra, al tiempo que da buena cuenta de la maestría alcanzada por Rossini en la escritura, talento que le permitía facturar una ópera de éxito en escaso tiempo. Pese a lo cual, y como también solía acaecer a menudo, un trabajo tan precipitado resultó un fiasco; la obra fracasó en su primera representación y hubo de ser retocada, pulida, hasta convertirse en la genial obra de repertorio que hoy conocemos, tras de lo cual el triunfo reiterado la ha acompañado hasta nuestros días.
Creo no errar si argumento que el Barbero de Sevilla rossiniano, más que a la obra homónima de Paisiello, nos remite a esa otra parte de la comedia seriada del Fígaro de Beaumarchais en la que se ocupó Mozart: Las Bodas de Fígaro. No se puede uno sustraer al mal hábito de la comparación. Frente a la profundidad, el sarcasmo, el poso amargo, la ácida crítica social, el-pese a los afanes censores de la corte de José II-latente conflicto de clases, y, también, frente a la humanidad y extrema carnalidad inherente a los personajes mozartianos, Rossini nos presenta una comedia eminentemente bufa, en donde el juguete cómico propio de las comedias de enredo prima sobre cualquier otra consideración o lectura rigurosa, que, por otra parte, es evidente que la tiene, pues no en vano Rossini era declarado partidario de las ideas provenientes de la Francia revolucionaria. La música del Barbero..., en fin, es más efectista, directa y jovial que la de las Bodas...; allí donde Mozart insinua, Rossini afirma; cuanto en uno es sonrisa irónica, en el otro se convierte en franca carcajada; el pesimismo nostálgico del austriaco, se transforma en luminosa sencillez vital en el de Pésaro.
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