Acabo de conocer por televisión la noticia de la muerte de Peter O´Toole. Es una noticia triste, pero que se compensa con todo cuanto el actor nos ha dejado para recordar.
Gracias a él, y a su descubridor, el gran cineasta David Lean, conocimos la epopeya de la azarosa vida de T.E. Lawrence, ese inclasificable inglés amante del desierto, por cuya iniciativa los árabes se hicieron conscientes de un identidad y aspiraron a ocupar su lugar entre las naciones, tras el desmembramiento del imperio otomano.
Lawrence de Arabia es mi película, y creo que una de las grandes creaciones del séptimo arte; una película que mira con cierta lucidez la aventura de la vida, a través de un ser que tenía poco de ordinario, y que se había arrojado en busca de su destino, un destino humano que cuando se le examina, solo puede ser trágico. Lawrence cumplió su pequeño gran papel en el aluvión irrefrenable de la historia y ganó su momento de gloria, un gloria que no sabemos si caló su más sincera intimidad. Pero así de desagradecido es el acontecer del hombre.
El paso de O´Toole por la historia es en otro sentido memorable. Fue un actor que supo imprimir un sello inconfundible y pulcro a su quehacer. Fue un monstruo cinematográfico con una filmografía a destacar. Ahí queda su gran papel en Lawrence de Arabia, haciendo pareja inolvidable junto a Omar Sharif, como así mismo creó una pareja no menos extraordinaria con Richart Burton en la gran creación de Peter Glenville, Becket, con un Enrique II de Inglaterra digno de figurar en los anales. Por ello, gracias por llenar con tu tarea algunos de los momentos más gratos de nuestros ocios.Descanse en paz, Peter O´Toole.
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