la premonición de momentos más felices
en donde la vida se reencuentre
y el corazón reconozca en su latir
el pulso armonioso de lo vivido.
Cada hoja que cae, cada silencio,
cada gota en el río precipitado de las cosas
puede encontrarse en la certeza,
en el aceptable cumplimiento de la necesidad,
desde donde el día nos sonríe
con la pasión complacida de lo creado.
Las ramas se estremecen con el viento;
el río, en sus espumas; el mar sonoro,
con su ávida pleamar, que lame,
que busca la tierra, para cubrir en su abrazo
el cumplimiento de su eterno anhelo.
El universo. La vida. Dios.
Nuestro pequeño "yo"
al que solo el gran prodigio
evita anonadarse en los abismos.
Tras los estremecidos silencios
viene a los labios una íntima y perpleja canción.
Ese que desconozco
¿no será acaso Dios?
0 comentarios:
Publicar un comentario