CONCIERTOS PARA PIANO

Después de la sinfonía, destaca como género musical de cierta importancia el concierto para piano. Al igual que ocurre con las primeras, de las que, como apuntó Wagner, Beethoven ya escribió las "nueve", sobresalen en primer lugar los cinco conciertos del compositor de Bohn. En cada uno de ellos nos sorprende la vehemencia y la genialidad concertante que caracteriza el arte beetovheniano; los dos últimos 4º y 5º alcanzan sus cimas musicales, compartiendo la fama de sus sinfonías impares, sus más célebres sonatas y su música de cámara de madurez. La brillantez de estos cinco conciertos, con su fascinante sugestión musical, parcialmente ha restado fama a los realizados por otros compositores.
Cuando uno, desbordado por la apabullante sublimidad  de la gesta beethoveniana, que uno tropieza primordialmente durante esa época reconocida como heroica, tan  deudora de la magnificencia napoleónica, decide recalar en la obra de otros compositores, inmediatamente se abren camino en ese género del concierto para piano los más discretos logros mozartianos. En Mozart, encontramos  un discurso más mesurado, un desarrollo más contenido de la emoción, donde la belleza aun participa del equilibrio clásico y nos previene de la desmesura y enfatismo romántico del genio de Bohn. Poco a poco, fui desentrañando las bellezas, a primera vista inapreciables, que reservan los conciertos mozartianos. Conocí sus secretos deleites lentamente y fui consciente de su riqueza melódica como ocurre al caminante que va descubriendo, mientras se disipa la niebla, las variadas bellezas que esconde el bosque. Mi primera experiencia con dichos conciertos transcurrió durante una travesía en barco. Mientras aguardaba la hora para desembarcar, me senté en el camarote y ajuste los auriculares del reproductor de cedés, comenzando a escuchar los conciertos 20 y 21 del, igualmente genio, salzburgués. Como resultado, acabé apaciblemente dormido y desperté cuando  ya casi había desembarcado gran parte del pasaje. Desde entonces, cuando buscó relajarme y penetrar los paraísos de tranquilizadora belleza que el arte nos proporciona, acudo a estos dos conciertos señeros del repertorio clásico.
Y como consecuencia me dije, si tales maravillas escondidas nos reservaba Mozart, veamos que tesoros encantados oculta eso otro gran nombre de la música, J. S.Bach. ¡Qué formidable descubrimiento! ¡Qué insondable laberinto por explorar! Al escuchar dichos conciertos uno comprende cómo fue posible  la embriagadora filigrana de las Variaciones Goldberg.
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Francisco Juliá

Soy Francisco Juliá, y el deseo de este blog es llegar al mayor número de lectores, compartir una hermandad a la que nos invita lo íntimo de la conciencia.

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