Una visión delirante.
Una puerta cerrada.
Un grito sofocado
cuando los dientes de la noche
muerden con sus terrores
de fango y profundidades.
Un túnel angosto,
la luna que se derrama
como un espejo de ira
donde se refleja el alma vacía.
Rumor de lluvia,
tintineo de cristales
donde la sombras
proyectan sus dedos
de humo y de telarañas.
Si no escuchara esos pasos,
o el silbar del viento
con agudeza de pífano
que golpea las ventanas,
presintiendo la noche que se insinúa
como un misterio inconcreto.
Sí, esa mano que palpa,
ese picaporte que chirría,
el invitado que nunca llega
mientras se espera con ansia
el clarear mortecino de la aurora.
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