Pequeña ofrenda para Cohen

En la juventud nos ofreciste el recuerdo de dolor del partisano,
corazón malherido de guitarra que golpea su pulso de insistencia
en la inaprehensible frontera entre la libertad y el óbito.
El poso de la muerte estaba en el fondo de las cosas
como ese dolor de respirar la fragilidad de la vida,
el grito comprometido del ser doliente
en la lección desengañada  de la historia.
Tu voz golpeaba el hueco metal del universo,
buscando en la maraña de los ríos
el eco encantado de los sueños, sutil
como la melodía de los pájaros en las amanecidas, bronco
como el ingrato martilleo en el yunque del dolor.
Nos hablaste de la noche obnubilante del Chelsea hotel,
donde tras los neones del desenfreno, se ocultaba
la lacra profunda de la desesperación, cual un pájaro
de escalofrío en la trastienda cicatera de Nueva York.
A mil besos de profundidad redescubriste la semilla de
ese amor que se esconde tras la depreciada verdad de lo sencillo,
después de recorrer los túneles y desorientadas veredas del mujeriego empedernido.
De Lorca tomaste el vals; de lo íntimo del corazón, el poder de la palabra.
Presentabas tu música como rosa florecida,
todo candor, terciopelo de sangre,
pero sabías que en el fondo de tus textos litigaba toda la compleja contrariedad del hombre.
No has dejado, pero aun con el morir nos enseñaste,
olvidando vacilante en el aire tu balada más amarga,
aunque a poco que se la escrute se descubra un legado de esperanza.

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Francisco Juliá

Soy Francisco Juliá, y el deseo de este blog es llegar al mayor número de lectores, compartir una hermandad a la que nos invita lo íntimo de la conciencia.

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