Estuve en Hydra durante mi primer viaje a Grecia. Conservo un recuerdo bastante placentero de aquella excursión, en la que descubrí las islas del golfo Sarónico. Un pequeño crucero me condujo hasta Poros, quizá una de las islas más frondosas de todo el Egeo, dividida por un profundo brazo de mar, con sus colinas colonizadas por el más pintoresco entramado urbano. Permanecen vivas en mi retina la blancura de las casas y el llamativo colorido de las flores sobre las macetas. Su encanto me hizo recordar la isla de Capri.
No menor fue el impacto que me produjo Hydra. Nuestro barco atracó en su pequeño puerto, tan acogedor como el resto de las isla. Vienen a mi memoria unas solidas construcciones de piedra que enfrentaban la marina; también el bullicio que animaba aquella primera línea de costa, en contraste con el resto de la isla: un laberinto de calles silenciosas y aisladas, poco frecuentadas y acoso holladas de cuando en cuando por el ralo tráfico de burros y mulas. Me llamó la atención aquel rudimentario transporte, imprescindible en la isla para aprovisionarse, tanto de agua, cargada en voluminosas tinajas, como de la demás vituallas necesarias para visitantes y vernáculos. En Hydra aún se puede hablar de tú a tú con la vida. El tiempo discurre moroso, dejándonos penetrar su trastienda y permitiéndonos saborear el néctar más dulce de sus fracciones. Recuerdo como a la sombra de un emparrado, en las dispersas mesas de una taberna, huyendo del sol del mediodía, se daba cuenta del mejor almuerzo, acompañado por el reconforto de un buen vino de Samos o Creta.
Yo creo que me embarqué en ese minicrucero porque ya anteriormente me hablaron de Hydra. Un amigo había estado en ella en la época más recalcitrante de los beatniks, vagabundeando y atiborrándose de porros. Me habló que allí se había tropezado con Mujica Lainez, gay y desmelenado. A un hombre que ha creado una obra como Bomarzo, pueden disculpársele los pequeños pecadillos. Sí, en Hydra debía haber una copiosa colonia de artistas, pero cuando yo desembarqué en ella no sabía nada sobre estos. Sin embargo, Hippies y famosos acudían a ella como moscas. Hoy he descubierto que uno de ellos era Leonard Cohen. Hubiera sido bueno saberlo entonces. Se agradece tener alguna referencia sobre los lugares que visitamos. Cohen debió encontrar en Hydra su pequeño paraíso. Es bueno encontrar un respiradero en el infierno de nuestro mundo, donde nuestro espíritu pueda encontrarse a sí mismo.
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