Amargo es el sufrir
por el ser querido,
ver cómo su tiempo
se te deshace entre las manos,
cómo un día dejará
de exhalar su aliento,
cómo la muerte ahonda
paso a paso su precipicio
y en su rostro por momentos
se dibuja la máscara
rígida del postrer gesto.
Y nada puedo hacer por rescatarte,
por devolverte esa plenitud
de la que el destino te privó.
Hoy solo puedo repetir:
¡Dios! ¡Dios! ¡Dios!
La quiero de corazón.
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