Andar hacia una sentencia aplazada
fue el trágico sendero de tu vida,
nada pudo enmendar la vieja herida
sino el acero ancestral de tu espada.
Era tu sino el femenil del poeta,
pero a la fértil pluma preferiste
el camino samurái como meta.
En su romántica muerte advertiste
más honor, que en la belleza, en el rito
triunfal del seppuku sobre la nada.
Tu inmolación recobra el mito
cuando el ígneo sol fulge en llamarada,
gloria de Amaterasu que deshace
el temor en el grito kamikaze.
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