Con la jubilación, me he vuelto un comprador de libros compulsivo. Este fin de semana tropecé en una librería low-cost con el primer tomo de las obras de Pierre Loti, editado por Planeta, en papel biblia. Lo del papel biblia tiene la ventaja de que da gusto acariciarlo. Bolaño admitía que adquiría libros, que sabía no iba a leer nunca, sólo por el placer de acariciarlos. Bueno, pues sólo por darme tal gusto he comprado el segundo tomo, dedicado a los viajes del tal Loti, no sé si para acariciarlo, ya que esto comporta un elemento erótico, o sólo para acallar mi insaciable ansiedad. De Loti únicamente he leído madame Crisantemo. Conseguí una vieja edición de la novela, algo ajada, y di cuenta de ella por la valiosa razón de que su historia indirectamente había influido en el libreto de la Madame Butterfly, de Puccini. La cual sigue siendo mi ópera
predilecta del genio de Lucca. Los entendidos dicen que La Boheme, que Turandot, pero, qué quieren, la exquisitez de Butterfly enerva nuestra sensibilidad romántica. Luna llena, cerezos en flor y seppuku. No sé si a Mishima le iba la ópera, pero es probable. La Butterfly es el exponente de todo orgullo y sentimentalidad dolidos.
Pero volvamos a Loti. Hoy día Loti es un autor casi olvidado. Es un viajero decimonónico que condensó en sus escritos su experiencia de trotamundos. De él he oído múltiples cosas, desde una presunta o notoria homosexualidad hasta su complicidad con cierto café o mirador de Estambul. Tras Madame Crisantemo, durante una época ensoñadora con lugares vírgenes, adquirí su novela Rarahú, ambientada en los mares del Sur. No llegué a leerla, porque durante tal fiebre pude hacerme con la película Tabú, de Murnau. Con ella me bastó para saciarme de primitivismo. No sé si en la tierra queda algún paraíso, aunque es poco probable. Conociendo la catadura humana, nos conformamos con que Capri, por ejemplo, constituya un seudoparaiso. No sé si voy a leer a Loti. Últimamente he adquirido tantos libros, que ya mis años pendientes restan posibilidad de leerlos todos. Pero, en cualquier caso, nos conformaremos acariciándolos.
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