Me he dormido con un libro
de José Hierro en el regazo,
ajeno a la tarde que pasa,
al tiempo que se deshace en escamas,
al sol que amaillea frío
de invierno en mi balcón.
Al despertar, me rodeaba
un grato silencio y el aire,
jugoso, caldeaba mis pulmones;
tenía la ilusion de, calmado el deseo,
haber recuperado el gozo,
la alegría.
Creí que algo secreto guardaba
el habla del poeta,
pues me hacia sentir
el misterio de otra vida
con su palabra,
la esperanza de otros días.
Soñé que era cierta la poesía.
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