Mariúpol no se rinde,
afrontará el supremo sacrificio.
Al igual que los 300 en las Termópilas,
contendrán el embate del invasor,
porque de su entrega
depende la suerte de Ucranía.
Ay! de los vencidos...
Dios os sostenga en esta hora
de la devastación y la muerte,
porque toda la fuerza del infierno
se abatirá sobre vosotros,
para aplastaros bajo un peso ignominioso;
lo que fuera una ciudad
se reducirá a un yermo estéril;
donde florecía la vida
reinará el silencio de los sepulcros
y lo habitarán espectros y reptiles.
No habrá piedad para el combatiente
ni para la mujer, el enfermo o el huérfano;
en cada uno de los rincones derramará la sangre
y donde hubo comunión persistirá la ausencia.
Se abrirá para ti, Mariúpol,
la boca del abismo
y sus llamas te consumirán
y te tragará la tierra.
Pero tu bravura no será olvidada
mientras un aliento de justicia anide en el hombre
y al fin el reino de Dios habite entre nosotros.
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