Supongo que esta guerra de Ucrania comenzó a forjarse tras el varapalo de la caída del muro de Berlín y la desmembración de la antigua Unión Soviética. Nadie iba a imaginar que tras el alegre Yeltsin, a quien reía los chistes Bill Clinton, se haría con las riendas del poder ruso un personaje un tanto gris, procedente del KGB y con aspecto de oscuro funcionario. Putin vivió unos primeros años de irrelevancia internacional de la Federación Rusa. Pero aquel hombrecillo que abría las puertas del coche al prodemócrata Yeltsin como fiel lacayo, en su fuero interno debía sufrir por ver a la sagrada madre Rusia ninguneada y velada en el descrédito. En su debilidad inicial, soñaba con afianzarse en el poder y desempolvar las viejas consignas que se manejaban en la inteligencia soviética durante la legendaria "guerra fría", recuperando para la patria su grandeza. Putin maniobró con astucia, dando a occidente la imagen de un hombre moderado, empeñado en devolver a Rusía sus tradiciones ancestrales, asistiendo a la misa de los patriarcas ortodoxos, y liberalizando una ecomomía que pronto pasó de detentarla la nomenclatura a hacerlo unos cuantos oligarcas. Concedió al pueblo que siguiera acudiendo a las urnas para elegir a sus representantes, pero se aseguró de salir ganador en cada uno de los pebliscitos. Inteligentemente, tomó medidas encaminadas a fortalecer su poder, que se engrandecía a la par que su personalidad. Poco a poco fue sacando su cabeza del atolladero en que se veía metido, con la ayuda estratégico-comercial de sus combustibles y en connivencia con un ejército que recibía una de las mayores tajadas del presupuesto del país, y en donde no faltaban nostálgicos como él que pretendían ver a Rusia azote de los pueblos y campeona de las naciones. Paulatinamente, fue desplegando su ejército en el ajedrez de su estrategia. Desbarró en Afganistan, salió más airoso de Chehenia y Georgia, arrasó en Siria, y montado en el totémico oso ruso se anexionó Crimea, avivando el conflicto separatista en el este de Ucrania y oteando el Mar Negro desde la terraza de un palacio de Sebastopol. Rusia fue cambianndo de color; parecia teñirse otra vez de rojo. Se reavivaba el conflicto internacional entre bloques. En el interior, parecían debilitarse la veleidades democraticas. Se prohibián los partidos, se encarcelaba o asesinaba disidentes, se censuraban los medios de comunicación, se reprimían las manifestaciones de protesta. En definitiva, se preparaba la guerra. Viendo desfilar a las tropas rusas en el 2020-21 en el desfile de la Victoria era difícil no augurar lo que está pasando hoy. Nadie fomenta un ejército tan superlativo como el de Hitler si no tiene las garras afiladas. Despierta, Europa, pues tras el de Ucrania nos puede llegar el segundo zarpazo, acaso más doloroso y sangriento que el primero.
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