Has profanado de tu piel la tersura
con la tinta corruptora,
grabando como en un pergamino,
con señales y figuras,
su superficie tentadora;
afeando su cándida albura
e inhibiendo del suave tacto
la caricia embriagadora.
Su pulido alabastro
del que la mirada se prendaba,
radiante como una mañana,
malogra el torpe dibujo
del más variado asunto:
flores, símbolos y filigranas.
Tenía tu piel primor de porcelana
hasta que el prolijo tatuaje
invasor la malograra.
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