A estas alturas, resulta fatuo confiar en la inocencia de nuestros gobernantes. Cada una de sus concesiones habrá de examinarse con lupa. No deberemos desdeñar que sus metas quizá difieran de cuánto estimamos recomendable.
No nos dejemos llevar por consignas aberrantes. No se debe tragar la papilla que nos ofrecen antes de haber analizado sus ingredientes. Ya no estamos en la sociedad del bienestar, sino en la comunidad del consentir.
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