Regresa Napoleón

 Está a punto de estrenarse la película Napoleón, de Ridley Scott. Por fin, un argumento que invita a volver al cine.

Me mueve a ello la confianza de que el director ofrecerá una mirada respetuosa y lúcida del emperador de los franceses. Pocos personajes de la historia han suscitado juicios más contradictorios. También pocos cosecharon los más fervorosos seguidores y los más enconados enemigos. La mirada simple reconocerá en él al arribista dispuesto a sacrificar a quien fuera para satisfacer sus ambiciones. "Le petit cabrón" que arrastraba a las masas desheredadas a los campos de batalla, para servir de carne de cañón, de calderilla aritmética a sacrificar en pos de la victoria que lo engrandecería. Tal opinión sostiene quien admite que el origen de las guerras napoleónicas post revolucionarias responden al capricho de un individuo inescrupuloso y no al resultado de una necesidad historica. Con Napoleón llegó a Europa la modernidad, una nueva sociedad donde ya dejaban de prevalecer los privilegios inveterados. El nuevo hombre ya no es el especimen resultante de una rígidas estructuras sociales y su beneficiario, sino el hecho a sí mismo en el desarrollo de sus facultades innatas, fruto de su inteligencia, de su aptitud y ambición.

Algo tendría Napoleón que, superviviente de una revolución, con su osadía conquistó el poder y ya en él, aun rodeado de acérrimos detractores y voraces hienas, como Tayllerand y Fouché y otros taimados realistas e imperios seculares en su contra, supo prevalecer sobre cuantos le rodeaban y mantuvo en jaque y postrado a un continente a sus pies. Quizá lo perdiera su soberbia, pero es fácil sucumbir a la tentación cuando se observan a todas las cervices plegarse a voluntad y capricho.

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Francisco Juliá

Soy Francisco Juliá, y el deseo de este blog es llegar al mayor número de lectores, compartir una hermandad a la que nos invita lo íntimo de la conciencia.

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