En el medio de la plaza
estás plantada, a los pies
de esas murallas que no olvidan
el recuerdo de España.
Desafiando esa intemperie
cruda en los inviernos,
tórrida en estío, sin sombrero
ni paraguas que mitiguen
y la escarcha y la canícula.
Contemplando esos muros
quietos y el paso lento
del tiempo sin relojes.
Vistiendo el traje sobrio
que exigían tus funciones
y la pose gallarda,
serena la mirada,
de quien supo reunir en esperanza
a las dos Españas enfrentadas.
Asi recuerda Ávila,
mística y fría,
tu posteridad sosegada,
tu vida valiosa
y tú muerte desconsolada.
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