El barrio que se congrega en derredor de la célebre plaza es sin duda el más populoso de Venecia. Da cobijo a un elevado tanto por ciento del sector comercial veneciano, agrupado en torno a esa área conocida como las Mercerie, y su vasto contorno, desde Castello al puente de la Accademia, de San Marco hasta Rialto, encierra muchas de las maravillas más renombradas de la ciudad. Cuenta con esa plaza excepcional en el mundo, presidida por la fastuosa basílica de San Marco, la cual linda con la no menos destacada arquitectura civil del palacio Ducal. Completan este marco inigualable el espectacular campanile, que se vino abajo durante los albores del siglo veinte y que fue reconstruido donde era y como era, la biblioteca marciana, de cuya romanidad nos habla bien a las claras Sansovino, y la procuratorias, las viejas y las nuevas, que en la rítmica armonia de sus arcos ofrecen esa necesaria homegeniedad que requiere toda plaza, componiendo con la monotonía de sus elementos esa expresión calculada de conjunto. Realza, a su vez, este enclave extraordinario la torre de reloj, magnífico exponente de ese peculiar renacimiento veneciano, que junto a monumentos tan fundamentales como el coetáneo puente de Rialto construyen la sin par identidad veneciana. El martilleo de los moros sobre la gran campana que la corona, forma parte de ese grupo de intrasferibles deleites que configuran el top ten de las sensualidades vénetas.
Para descubrir el barrio de San Marco es necesario dejarse enredar en la maraña de callejas, tortuosos fiumes y puentes que conforman su ovillado laberinto. Pero no hay que desesperar, en lo más impensado surgirá un campi donde escapar en su soleado espacio del agobio intrincado de nuestro errático itinerario.
Quizá desemboquemos en el campo Manin, donde a pocos metros eleva su fantastico caracol el palazzo Contarini del Bovolo, o acaso en el Fantin, junto al que erige su fachada ese emblemático templo del arte lírico. Si no hubiera sido en tantas ocasiones pasto de las llamas, La Fenice, esa ave que resurge una y otra vez del fuego consumidor, sería el testimonio vivo de una época irrepetible. Aunque fue construido cuando la República periclitaba, y fue simplemente el continuador de esa gran época de Venecia, donde sus memorables teatros como el Giovanni Grisostomo y el San Cassiano llevaron a esa ópera veneciana por excelencia, la barroca, hasta cotas jamás alcanzadas, en su accidentada historia cosechó estrenos memorables, entre los que se cuentan algunos de Verdi, así como veladas de éxito extremo, cuando su escanario cobijó las excelencias de la Callas o la Tebaldi, además de otros sucesos de distinta índole, cruciales en el más temprano devenir de Venecia y del reino de Italia. Pues como dejó bien claro Visconti en su film Senso, en cuyos fotogramas perdura su nostálgico recuerdo, La Fenice era utilizado como marco de manifestaciones revolucionarias, ligadas a la independencia italiana.
Virvir San Marco es enfrentarse a un torbellino de sorpresas: extasiarse frente a la maravilla de San Zaccaria, al este; penetrar el tupido tejido de lo impredecible hasta desentrañar ese campo sosegado de Santa Maria Formosa, tan lleno de sugestivas evocaciones; o sentarse en un terraza de campo Santo Stefano, frente a un café fredo, y allí dejar morir los últimos dorados de la tarde mientras se saborea cualquier manual que no hable de Venecia, de sus monumentos, de sus pintores, de sus secretos...Mientras uno patea San Marco comprende que se adentra en el sueño de esa ciudad fascinante, y conforme se dilata el paseo pensará el viajero, ya mas familirizado con su entraña, que quedamente la ciudad le va contando al oído su secreto. Pero solo serán vagas percepciones, pues la verdadera esencia de ese sueño que es Venecia, se halla sumergida en la laguna como los profundos pilones petrificados que la sostienen, cual un prodigio de flor varada en la superficie de una ensoñación que cautivó a un pueblo en mitad de su noche y creyó descifrar su destino en las estrellas que perlan el fulgido cendal nocturno, pergeñando su misterioso enigma sobre las aguas dormidas en ese marasmo de la estación más dulce.
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