Bajo un ardoroso sol cenital, escuchando el largo diapasón de la cigarras, mis pasos se detienen un momento: me rodea el "ágora". La Acrópolis señorea desde los alto: contempla desde su dolorida ruina la memoria de esas piedras desparramadas de la que un día fuera Atenas, la vencedora del persa.
Habría que ser un Byron o un Shelley para cantarla con la gravedad que demanda. Sus restos son vestigios de unos recuerdos rotos, de una enseñanza inerte que impide ver con claridad el zigzag inquietante de la historia.
Siguiendo sus senderos dormidos por los siglos va uno descubriendo la grandeza callada de sus piedras: a un lado la boulé, del otro el metroón , más allá la redondez del Tholos. Por desgracia cuesta imaginar el conjunto en toda su magnitud, en la esplendidez de sus templos y stoas, en sus sedes tribunalicias y financieras. Nos queda el consuelo de acceder a esa maravilla que ha sorteado el peso de los tiempos: el templo de Hefesto. Nos cautiva su sereno equilibrio, la sencilla transparencia de su arquitectura. Al contemplarlo, nos deslumbra el reflejo de una polis que supo dar al mundo algunos legados impagables, como fueron la luz del entendimiento y la democracia. Verdaderamente sin lo que surgió de esas piedras hoy atormentadas del "ágora" no se puede entender el presente y tal vez el futuro de occidente.
Sus viejos senderos ¿adónde llevan? Nos revelan la pista de inciertas calles por las que en su día anduvo Sócrates mientras aleccionaba o frecuentara con sus discípulos Aristóteles, el peripatético. En cualquier caso, no he podido resistirme a su fascinación y he vuelto a visitar, en mi segundo día de estancia en la ciudad, sus polvorientos senderos, sus impávidos cimientos, para empaparme de su secreta enseñanza, entre el timbre ensordecedor de las cigarras y las sombras frescas de pinos y olivos, llevado hasta esa dimensión en la que se percibe claramente el acabado logro de la belleza, de una belleza transida por la evanescencia del tiempo, que reconstruye con el rompecabezas de sus piedras derrotadas el perfil quimérico de su leyenda.
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