Está vacía Venecia.
La ciudad del universo.
Su viejo corazón
por multitudes amado,
padece como la princesa
cuyo príncipe le negó el amor.
Siempre hay una peste, Venecia,
que castiga tu organismo vulnerable.
No es nueva en ti tal desolación;
la conmemoran los fastos del Longenna
a la entrada de tu Gran Canal.
Prorrumpan las plegarias
que remedien tu luto,
que quede atrás el óbito del último Ashembach.
En la gloria de tus cúpulas
se celebre el firmamento
cuyo zoodíaco señale
que la pandemia quedó atrás.
Redoblen las campanas de tus iglesias:
San Marco, I Frari, La Salute, Il Redentor,
celebren el milagro de la sanidad.
Roguemos a los Cristos que tus pináculos coronan,
a las santas Madonnas
y a los santos que medien el perdón.
Que los días conozcan de nuevo tu alegría,
que de nuevo tu plaza rebose en multitud
y los moros resuenen mediodía en el reloj.
Derrame San Marco su celeste protección,
porque de nuevo quiero hollar tus calles
y sentir de nuevo esa melancolía
por la perla que fuiste de la civilización.
Esto es un canto y una oración.
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