Suelo frecuentar durante las ociosas tardes de sábado una librería low-cost que tiene por lema dar una segunda o tercera oportunidad al libro de desecho. No niego que la mayor cantidad de obras que ocupan los estantes suelen ser ediciones de tres al cuarto, ajadas y de calidad discutible. Hay una selección de clásicos, pero la mayoría de ellos en ediciones ya en su día económicas y en un estado de conservación astroso que no invitan a su lectura. Sin embargo, mi compulsivo consumismo libresco me lleva a abandonar dicho local con algún ejemplar bajo el brazo.
Hoy he adquirido dos volúmenes que no carecen de interés. El primero de ellos una 1ª edición de Seix Barral de La leyenda del césar visionario, de Umbral. Umbral era un gran prosista, pero un frustrado novelista. Sus argumentos no resultan verosímiles, y sólo sirven como asidero sobre los que desarrollar su elocuencia retórica. Sus libros al final resultan un intrincado manglar monologado en los que es frecuente perder la orientación. Lo suyo eran más las columnas dominicales y los ensayos ramonianos de crítica y monografía literaria. Era maestro del idioma como lo fue su mentor, Camilo José Cela. Ambos compartían una mordacidad quevedesca que estimulaba el prurito del lector. A día de hoy han perdido parte del `punch que tuvieron en vida, y no sé si a los lectores del XXI, enganchados a la comodidad digital, llegan sus discursos tan elaborados y virtuosos, en sentido de excelencia.
La otra obra que llevo en la bolsa de compra era un ejemplar de una edición bien encuadernada, en papel biblia, de una colección que editó Plaza y Janés sobre los premios Nobel. El volumen que he adquirido lo componen dos novelas, la primera, y por la que me he decidido a comprarlo, se titula Los Thibault, del escritor francés Martin du Gard, a quien reconozco no haber leído nunca. La primera referencia sobre los Thibault me llegó a través de Antonio Escohotado, que la catalogaba como una de las mejores novelas del siglo XX. Por su densidad y extensión se enmarca en el género de los relatos de sagas, grandes novelas río, cuya peripecia nos persigue a través de varias generaciones. Los principios del XX fueron propicios a tal tipo de obras prolijas e historicistas, destinadas al análisis de la intimidad de una época, valiéndose del recurso de la novela. Con ellas se pretende esclarecer, poniendo los precedentes sobre la mesa, la vicisitud de un presente insatisfactorio. Acaso Los Thibault ocupe el lugar en Francia que representó Los Buddenbrook, de Mann, para Alemania. Contando con una recomendación como la de Escohotado, esa rara avis de la superficial España, tal vez me decida a leer el libro. Espero que no me ocurra lo mismo que con Proust -lectura siempre pendiente- del que de su Recherche sólo me adentré en su Por el camino de Swan y alguna florecilla suelta de sus Muchachas en flor.
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