Fui bautizado y confirmado en una iglesia de credo protestante. En la actualidad, ciertas incertidumbres en torno a la fe, junto a otras circunstancias de tipo familiar, restringen mi asistencia a los cultos. Sobre los treinta años sufrí una amarga experiencia que condicionó mi vida. Mi sistema nervioso se colapsó, que sería una manera de decirlo. La psiquiatría lo denominó brote psicótico. ¿Las causas que lo propiciaron?, seguramente la ingesta inmoderada de alcohol, cierta droga que ingerí durante una noche de copas, la promiscuidad sexual, la lucha inmisericorde en el mundo de la noche, la desorientacion juvenil, o, acaso, el misterio que rodea nuestro espíritu. Me recetaron crónica la dosis de cierto fármaco, que obedientemente sigo suministrándome cada noche. Pero ciertas experiencias se prolongaron durante bastante tiempo. Experiencias íntimas sin una explicación lógica. He pasado todos estos años tratando de averiguar lo que realmente me pasó. He vuelto ha ingerir alcohol, que sólo me produce los síntomas caracteristicos de la bebida. He optado por el celibato a una edad en que el sexo ya ni sube ni baja. Drogas no consumo. Vivo de espaldas al mundo. Nos queda el misterio, ese misterio que esporádicamente se nos presenta y que no sabemos explicar, esa experiencia íntima a la que no encontramos respuesta pero que es manifiestamente real, ese desconocido mundo espiritual más allá de la sinplificación freudiana, que no es sino mera hipótesis sobre el complejo mundo cognitivo y no abarca más allá. Hay algo más. Para santa Teresa el "castillo interior". Mis pasos enfermizos me devolvieron a la iglesia, donde un coro de escogidos me recibió entre fervorosas alabanzas al creador. Sí, durante aquella crisis, sus voces me sonaron como arcangélicos instrumentos musicales que reconozco hoy cuando escucho el último track de Parsifal. Creo que los numinoso nos envuelve; sólo precisamos de una llamada para ver la luz. Señor, aumenta nuestra fe. Saber que entre aquellas voces del abismo se encontraba la tuya, que me reclamaba, hace renacer mi esperanza y la vida cobra una significación distinta. Ya no es una experiencia descabalada, sino que la dirige una voluntad congruente. Señor, revélame tus propósitos y bendíceme. Enséñame el otro lado de la moneda que me ocultaron las sombras del delirio.
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