Debilita mi adhesión, Felipe sexto,
pues en justicia y rigor te creía honesto,
que tu mano no vacilara al empuñar la pluma
con la que la división de España se consuma.
Nunca pensé que pudiera ser cierto
que en ti primara el desacierto
de entregar libertad y estima
en manos de quien al caos nos encamina.
Nula parece tu potestad en el reino,
mudos también los clarines del ejército,
todo se antoja que en esta coyuntura
nadie librará al país de la basura.
Ni oradores, ni espadones, ni curas
purificarán el cenagal de su negrura,
y cual borregos nos llevará al despeñadero
esta jauría de lobos sin escrúpulos ni fueros.
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