La vista que Canaleto nos ofrece del campo de Santa María Formosa resulta algo plana. La perspectiva es convencional, centrándose en presentarnos primordialmente su iglesia. Creo que, cómo tantas otras, ésta se edificó sobre los planos del Codussi y resalta por la concepción curvilínea de su perímetro, con un trazado de planta bastante inusual, y la modernidad de estilo de su torre, muy lejos de viejas concepciones góticas y bizantinas, imperantes en la ciudad.
La composición de la instantánea tiene algo de decorado, como de rígida tramoya por donde deambulan o reúnen los figurines que constituyen su paisanaje. El tiempo parece detenido; la cotidianidad de la plaza se percibe algo forzada, poco natural, en la que se echa de menos cierta emulación de la escenas costumbristas de la pintura flamenca. La visión de Venecia en Canaletto resulta marcadamente iconográfica, aun lejos del hallazgo de la anécdota menos absoluta pero viva. En cualquier caso, es de encomiar el esfuerzo del pintor que nos ha legado en el ámbito del vedutismo la Venecia más verosímil.
El campo de Santa Maria Formosa constituye uno de los lugares de tránsito más encantadores de Venecia; en ella es conveniente detenerse cuando uno anda de camino a Canareggio o busca los esplendores del campo de San Zanipolo. En alguna de sus terrazas es bueno rezagarse y respirar el espíritu más genuino de la Serenísima, con sus vivencias más locales, de un ritmo más sosegado del que se disfruta en los alrededores de San Marco o Rialto. El campo se halla condicionado por los hábitos que propician los horarios y ceremonias de la iglesia; en la noche le dan vida los conciertos de música veneciana que tienen lugar en su presbiterio. Por lo demás, en el entorno del campo el deambular es constante al abrigo de sus bares, de sus palazzos, de sus puestos ambulantes. En su ámbito, en definitiva, Venecia palpita y nos remite la imagen de su más puro costumbrismo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios
(
Atom
)
0 comentarios:
Publicar un comentario