Verso callado del alma,
inscrito en el velo de la memoria.
Llama! Candente proximidad,
elocuente fulgor
sobre los ojos cegados
de ver los días,
el ardor astral
perforando la retina
en su extrema proyección.
La rutina cae sobre los labios
silenciosos como la cera candente
desde esa llama olvidada,
presagios urdidos
tras la aurora inflamada
de un recuerdo, un laberinto
donde no podremos encontrar
la certera sintaxis,
y cuyos cabos sueltos
se desvanecerán como el polvo
en la larga agonía no pronunciada.
Gestas banales que se conmemoran
como hechos triviales, almanaques
que arrastran el río de las cosas,
donde la palabra herida
encuentra su objeto donde desangrarse.
Genital convulsión
que busca el eco profanado
de un olvido, el morbo pudibundo
de un sexo donde sembrar
la semilla del alba, la huella de un rocío
como meteoros matinales y fecundos.
Pueden caer las hojas
en la estación devastada,
oxidadas y yermas. Se revestirá luego el día
de duro invierno hasta que un viento
tibio del poniente traiga
la fascinación de los oasis,
la feracidad de las selvas,
la expansión lujuriosa de un polen,
la bendición de la lluvia fecundante
sobre las extensiones estériles,
y la raíces resecas entonces rebrotarán,
y el orden de las cosas alcanzara su sentido,
y germinará por fin la flor
del lecho encenagado.
inscrito en el velo de la memoria.
Llama! Candente proximidad,
elocuente fulgor
sobre los ojos cegados
de ver los días,
el ardor astral
perforando la retina
en su extrema proyección.
La rutina cae sobre los labios
silenciosos como la cera candente
desde esa llama olvidada,
presagios urdidos
tras la aurora inflamada
de un recuerdo, un laberinto
donde no podremos encontrar
la certera sintaxis,
y cuyos cabos sueltos
se desvanecerán como el polvo
en la larga agonía no pronunciada.
Gestas banales que se conmemoran
como hechos triviales, almanaques
que arrastran el río de las cosas,
donde la palabra herida
encuentra su objeto donde desangrarse.
Genital convulsión
que busca el eco profanado
de un olvido, el morbo pudibundo
de un sexo donde sembrar
la semilla del alba, la huella de un rocío
como meteoros matinales y fecundos.
Pueden caer las hojas
en la estación devastada,
oxidadas y yermas. Se revestirá luego el día
de duro invierno hasta que un viento
tibio del poniente traiga
la fascinación de los oasis,
la feracidad de las selvas,
la expansión lujuriosa de un polen,
la bendición de la lluvia fecundante
sobre las extensiones estériles,
y la raíces resecas entonces rebrotarán,
y el orden de las cosas alcanzara su sentido,
y germinará por fin la flor
del lecho encenagado.