Hoy he caído en la inconsecuencia de poner una vela a Dios y otra al diablo. Entidad luciferina que ha adoptado la apariencia de la música para piano de Nietzsche. Esas piezas sueltas del filósofo que merecieron el desdén de Wagner. Cuando el genio de Liepzig abordaba la desmesura de su drama universal, el pequeño profesor lo incordió con esas bagatelas de diletante, que no hacían más que exasperar su olímpico ascendente. Las palmaditas en la espalda de las que se creía merecedor el nobel músico, no merecieron del maestro del Anillo... ni el leve tacto de la curiosidad. Tal desencuentro, sumado a otros juicios de índole más personal, fueron el germen de posteriores diferencias que los distanciaron. Cuando Nietzsche acudió a Bayreüth, en su mente ya se elucubraban las Intempestivas que desvincularon los lazos de esa idolátrica amistad. Como suele ocurrir el neófito descubrió que su ídolo tenía los pies de barro. Quizá Wagner hubiera sido el genio sublime sin parangón, de no adolecer de eso humano, demasiado humano. La sutileza aristocrática de Nietzsche no pudo digerir a los alegres bebedores de Nuremberg.
Mi competencia como crítico musical es limitada, pero encuentro el piano de Nietzche algo opaco. Su hondura melódica parece no llegar a resolverse; y en cuanto a su carácter, en ningún momento alcanza a rebasar el canon romántico. Paradójicamente, su musicalidad nos remite a Schumann, a quien tanto censuró por su obertura Manfredo. Echamos de menos en su música esa jovialidad dionísíaca que el tanto exigía en cualquier partitura. Aceptamos su obra como la audacia de un diletante, en cuyas composiciones no alcanzó la brillante maestría que en sus libros desarrolló de modo inmejorable, y cuyos postulados indicaron el camino de la modernidad. Quedan muchas cosas que decir del filósofo de Röcken, de quien a su finura sicológica, a su familiaridad con lo problemático y su escepticismo metafísico abría que añadir el espejismo de una música que nos permite entrever al hombre apasionado que sólo quiso ser poeta.
Pd.- Como vela a Dios he escogido un recital de godspell interpretado por Kathleen Battle y Jesse Norman.
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