mientras la lija del silencio
acera la capas vacilantes del tiempo
y el goteo del retrete rubrica nuestra derrota.
Por la ventana entreabierta penetra
la cálida negrura de agosto,
bochornosa y aplastante.
Se oyen amortiguadas voces lejanas
desvaneciéndose con cotidiana laxitud;
el motor de un coche atravesando la madrugada
candente de desolación.
Como el sueño no llega,
me aprietan ciertas ganas de orinar.
Ya en el vater, derramo un chorro discontinuo
resultante de mi insuficiencia prostática.
¡Son tantas cosas! El agobio del verano,
los trabajos, el cómputo de los días
que se suceden con la premonición de las horas contadas,
la futilidad del sexo, los pesares, la soledad del silencio
y el secreto de la muerte que se esconde
tras la cortina espesa y macabra de la noche.
¿Hay una respuesta a todo esto? ¿Será el amor?
Se le tiene por la esencia misma de Dios.
candente de desolación.
Como el sueño no llega,
me aprietan ciertas ganas de orinar.
Ya en el vater, derramo un chorro discontinuo
resultante de mi insuficiencia prostática.
¡Son tantas cosas! El agobio del verano,
los trabajos, el cómputo de los días
que se suceden con la premonición de las horas contadas,
la futilidad del sexo, los pesares, la soledad del silencio
y el secreto de la muerte que se esconde
tras la cortina espesa y macabra de la noche.
¿Hay una respuesta a todo esto? ¿Será el amor?
Se le tiene por la esencia misma de Dios.
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