Nací con una sentencia de muerte bajo el brazo,
a la guerra fui enviado como carne de cañón,
tuve que deglutir mis sueños hechos pedazos
y sin restañar el alma lacerada cantar con alegría de gorrión.
Perdido en las profundidades del infierno,
amanecer tras amanecer sufriendo sin tregua el suplicio,
con duros trabajos apurando el amargo sacrificio
y sin cobijo ni abrigo con que aliviar el crudo invierno.
Al mal tiempo buena cara, aconsejaba
el sargento de semana.
Es triste al despertar por las mañanas
no encontrar las caricias que antaño te colmaban.
Si fue dura la senda, la por venir es tortuosa.
Si careces de sino, ventura y esposa,
vacía la despensa, sin propósito y guía,
te persigue la duda y el pesar cada día,
piensa que soñaste un paraíso donde aún germinan rosas
y que algún pájaro cantará sobre el frío mármol de tu losa.
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