BIBLIOCULTORES

Sigo por YouTube diferentes videos en donde se nos muestra la fastuosa biblioteca de Luis Alberto de Cuenca. Tal dedicación debe responder a una proyección de la infancia, etapa en la que se da en el hombre el fervor coleccionista. Mi pasión infantil por el coleccionismo de cromos, futbolísticos en mayor medida, ha degenerado en el adulto recolector de libros. Mi casa aún da para instalar alguna nueva estantería, no como en la de Luis Alberto, donde la epidemia se ha expandido hasta en la cocina y donde ya no se puede introducir ni de canto un ejemplar de los Veinte poemas de amor y una canción desesperada. El coleccionismo es una ocupación agradable, y en ocasiones sirve de acicate para levantar una moral decaída, cuando por ejemplo uno encuentra a precio de ganga, apenas unos exiguos euros, una vieja edición de Rayuela de la Editorial Sudamericana y resulta que en internet se vende por más de veinte. Aún no renuncia uno a que se de el día en que encuentres una joya literaria, en el expositor de un librero negligente, que te saque de apuros. Cuando he descubierto el negocio que se puede hacer con el Rayuela, mi primer impulso ha sido el de intentar revenderlo. Pero luego he sentido la cautela de conservar ese viejo ejemplar del 68(menudo año) ¿Quién sabe? Hasta puede ser que acabe leyéndolo, aunque en una edición más sufrida. Pues ocurre con los libros leídos y releídos, que quedan en unas condiciones que luego no son aptos para el coleccionismo, despertando la suspicacia de que acaso Luis Alberto no haya leído sino un breve porcentaje de la magnitud de su inconmensurable biblioteca o que tal vez lo haga en ediciones que al mancillarlas no despierten ningún remordimiento.


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Francisco Juliá

Soy Francisco Juliá, y el deseo de este blog es llegar al mayor número de lectores, compartir una hermandad a la que nos invita lo íntimo de la conciencia.

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