Me diste a probar la fruta jugosa,
su bocado delicioso,
dulce al paladar,
creyendo que al gustarlo
conquistaría un tesoro,
un regalo de libertad;
desconociendo el secreto
que escondía su pulpa:
el peso eterno de culpa,
el veneno de extinción,
un errar desnudo hacia el ocaso
bajo un sino de fatalidad.
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