El sol reverbera en la plata
del gran río, rompiendo
de secretas purpurinas
el cristal liviano de la aurora.
¡Danubio de riquezas escondidas,
fluyendo, como sobre un fondo
musivo de reflejos,
con un solaz de eternidades
cobijado en tu corriente!
Desperezándote, discurres moroso
y desentendido, gozando
las bonanzas recomendables del estío,
y en tu serena procela arrastras brioso
las aves rezagadas sobre tu vientre esquivo:
cisnes de largos cuellos indolentes,
pescadoras gaviotas voraces
y patos, por atolondrados, candorosos,
de bogar esquinado y minucioso.
Tu corriente es un don divino,
un fluido nutricio
que alienta la vida;
con las bendiciones derramadas
en tu camino, conmueves mis horas baldías
que, desde un banco a tu cauce orillado,
te observan lento pasar.
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