NOTAS SOBRE ALEMANIA

Para un meridional el contacto con Alemania siempre constituye una alternativa diferente, nos enriquece descubrir un pulso de vida que sorprende con su contraste.
Lo que más contraría en Alemania es su clima poco benigno. Cuesta adaptarse a esos veranos lluviosos, a poco más de 12 o 13 grados centígrados. Lo que más fascina, en cambio, es su paisaje: el boscoso de la Selva Negra, el romántico de la Baviera próxima a los Alpes, o el más monótono pero no menos sugestivo de Franconia.
Reconozco que mi conocimiento de Alemania es limitado. Se restringe a esa Alemania sudoccidental, la constituida por Baviera, Franconia y ese itinerario conocido por la Ruta Romantica.
Una primera impresión nos revela que esta Alemania de hoy conserva ciudades de contrastes bien diferentes, desde la encantadora Rotemburgo, donde aun se puede respirar el pálpito medieval, con las fabulosas tallas de sus iglesias, a la fisonomía grisacea y bastante insípida de Augsburgo. Esta ciudad imperial, dominada la plaza de su consistorio por la estatua de Augusto, conserva pinceladas sueltas de lo que fue y significó en la historia; avanzada de las legiones romanas en la Germania, supo ser sede imperial con Carlos V y conserva el convento que acogió a Lutero en su primera convocatoria ante la jerarquía papista. El resto sirva como ejemplo de esa ciudades renacidas de las cenizas de los bombardeos aliados durante la II guerra mundial.
En esta misma tesitura se encuentra Nuremberg, en la Franconia. Sobrecoge comtemplar la foto de cómo quedó la ciudad tras ser arrasada por la aviación alidada. Pero no sorprende esto tanto como su posterior proceso de reconstrucción. Aunque más que de reconstrucción, en lo que atañe a su casco antiguo habría que hablar de restauración. Es admirable la tarea realizada, las obras del castillo en la parte alta, la conservación de sus iglesias cuyo gótico se antoja permanecer intacto, el núcleo de edificaciones en torno a la casa de Durero, en cuyas calles parece aún vivo ese pulular de personajes que cantara Hans Sachs, ese maestro cantor que inmortalizara Wagner, y, un poco más allá, en la secular plaza descubrir el viejo ayuntamiento, con el carrillón de su reloj marcando unas horas indolentes que parecen sustraerse a la vieja pesadilla. Porque, no lejos de allí, se encuentran las huellas en carne viva de aquel infernal frenesí: las interminables pistas por donde desfilaba aquel ejercito alucinado al ritmo fanático del paso de la oca y, donde, con un pequeño esfuerzo de imaginación, se pueden ver flamear los grandilucuentes estandartes, escuchar los discursos inflamados enardeciendo para la lucha,o el macabro compás de las pisadas proyectando ese sendero, entre muerte y abominación, que conducía a sus impertérritos héroes hasta ese su sueño, que no dejaba de ser nostálgico, del Walhalla.
Compartir en Google Plus

Francisco Juliá

Soy Francisco Juliá, y el deseo de este blog es llegar al mayor número de lectores, compartir una hermandad a la que nos invita lo íntimo de la conciencia.

  • Image
  • Image
  • Image
  • Image
  • Image

0 comentarios:

Publicar un comentario