FRANZ LISZT: UN IMPROMPTU

Se reafirma Liszt como el músico romántico por antonomasia, consolidador de ese aspecto constituido por la música programática, que tiene su culminación con el planteamiento formal del "poema sinfónico". Otro de los aspectos que lo caracterizan como romántico es su exacerbado subjetivismo, donde en cada una de sus obras el eco personal alcanza carácter de dynamos. En cada fragmento resuena el hombre particular, el más íntimo, el más contradictorio. Su musica sólo pretende ser espejo de ese debate interior, del que surgen los diversos paisajes del espíritu: los atormentados o los melancólicos.
Su instinto de fino intelectual es el que le inpulsó a sondear esa música textual o programática. Consumado lector de paladar exquisito, su lúcidas aproximaciones a los grandes poetas, como en el soneto a Petrarca, la sinfonia Dante o Fausto, su poema Tasso, Orfeo,etc., suponen una certera interpretacion de la complementariedad de las artes para consolidar los caminos del espíritu. Pues el hombre que desconoce su cultura, carece de finalidad; ya que tan sólo desvelando el hermetismo de sus claves, consigue interpretarse.

Quizá Liszt no fue el más genial, pero si el más lúcido. Su instinto supo valorar tanto el drama grandilocuente de Wagner como el poema intismista de Chopin. Amigo de ambos, juntos llevaron el movimiento romántico desde su apogeo hasta la aurora de su debacle. Ese siglo diecinueve que conoció nombres tan relevantes, desde Schubert a Bruckner, encuentra en ellos tres su eje; en su confidencialidad se desenvolvió el dilema romántico. Sus personalidades eran bien distintas, el uno, Chopin, relegado en sus paraísos intimistas; el mundano Liszt siempre tentado de un escape espiritual, y, por último, el revolucionario Wagner, que agotó el lenguaje del romanticismo hasta garantizar su crepúsculo. Ellos, claramente, acondicionaron el asiento de nuestra modernidad.

Estos días he hojeado ese librito fundamental que escribió Liszt acerca de Chopin. En él queda patente la extrema generosidad del primero, que supo descubrir la enjundiosa esencialidad de esa creación reservada a los dominios del piano, que para muchos hubiera pasado inadvertida. En su preciso apunte biográfico nos revela al más fundamental Chopín, desde el comprometido nacionalista de sus polonesas al más sutil y cálido de sus mazurkas. En su breve monografía queda atinadamente reflejado el enigma de ese inhabitual ingenio, que encontró en las audiencias reducidas la mayor constancia de su universalidad. En el arabesco de sus notas perladas que refrigeran nuestro espíritu como una fina llovizna de presentimientos, alcanzamos verdaderamente esos aurorales dinteles de la mayor esperanza. Desde entonces, no podremos acercarnos a Chopín sin el recuerdo magnánimo de liszt.
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Francisco Juliá

Soy Francisco Juliá, y el deseo de este blog es llegar al mayor número de lectores, compartir una hermandad a la que nos invita lo íntimo de la conciencia.

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