He leído "El Aleph" de Borges con fruición, con obstinación; en el viejo libro de relatos al fin se han deshojado las páginas. No digo que pueda recitar su discurso, pero su redacción se mantiene fresca en la memoria. En el Aleph, Borges recupera para la modernidad el viejo periplo iniciático de la medieval comedia de Dante. Divina comedia: Divina por el horizonte que engloba; comedia por su resultado venturoso. En el Aleph de Borges también existen su Beatriz,su Virgilio, que lo encaminan a través de los ámbitos teológicos.
Una Beatriz Viterbo de un burgués desencanto; un Carlos Argentino Daneri de un desmesurado y eneidico poema, "La Tierra". Daneri inferniza el alma de Borges con todos los terrores de sus círculos, terrores que en Borges siempre vienen a ser literarios. Beatriz solo es real desde la evanescencias del recuerdo, furtiva en los eliseos campos de la muerte. Pero viva en el amor de Borges, lo conduce a través del sentimiento hasta la ciceronía de Daneri, cuyo dominio son los sótanos oscuros de su vieja casa en la calle Garay, como si dijeramos las demarcaciones del Tártaro. ¿Qué cara del universo, de Dios, es la que muestra Daneri en su mazmorra subterránea? Borges duda, cree que aquel Aleph es un falso Aleph, apenas un espejismo de la divinidad. Yo creo que Daneri sólo tiene auspicios a los círculos de Virgilio, el pagano, y que solo fueron esas las vastedades que Borges reconoce y que le procuran infinita lástima. Borges acaso no pudo ver el cielo, al menos esa parte de lo celeste que se restringe a la competencia de Beatriz.
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