Como dijo Borges en una célebre conferencia sobre James Joyce: si de toda la modernidad hubiera que salvar un libro, éste sería el Ulysses. Es, sin duda, la novela paradigma de la modernidad. Se corresponde, en la novela, con los logros alcanzados por Picasso en la pintura. Joyce es un escritor de culto. ¿Quién de a los que ha penetrado el gusanillo literario no ha sentido fascinación por la obra del irlandés? Porque el Ulysses desarrolla una propuesta creativa sin parangón. Recuerdo que de todos los libros leídos durante mi juventud ninguno tuvo mayor impacto. Cómo no, tuve la tentación de imitarlo.Y esto quizá se deba a la actitud rebelde e innovadora del libro. Joyce, en el Ulysses, se complace en derribar todo lo viejo. En defenestrar todos los iconos, en entrar a saco en el inmovilismo de la novela. Lo que Joyce crea, ya no es una novela, es otra cosa. Y con ella abrirá surcos a todas las modernas manifestaciones literarias, donde se ve disuelta la barrera entre los géneros. Ni Becket ni Miller hubiesen existido sin Joyce, ni la novela como la concibe hoy día un Vila-Matas. Ulysses dio el vuelco de la modernidad.
Fue la de Joyce una vida burguesamente oscura. Todo su significado fue literario. Los datos biográficos ofrecen la irrelevancia de una azarosa cotidianidad. Nació en Dublín, cursó estudios en los jesuitas, abandonó Irlanda, trabajó como profesor en Zurich y Trieste, se casó y tuvo dos hijos, su mayor hito fue la publicación de Ulysses en París, murió ciego. Su pequeña crónica nos estremece, una pequeña crónica como la que nos propone en el Ulysses, donde se nos narra la oscura peripecia de dos modestos seres a lo largo de un día, en la ciudad de Dublín. De está insignificante anécdota, dietario superfluo del hombre de hoy, Joyce construye un entramado epopéico, que dará respuesta a la vicisitud del hombre europeo del siglo veinte. Con espíritu quirúrgico Joyce destripará hasta la última víscera la anatomía cultural de su tiempo, escrutará su posibilidades y fijará sus límites. Libro verdaderamente enciclopédico, rompedor y camaleónico, fijará el listón de la nueva literatura. Hay un antes y un después del Ulysses, como lo hubo del Quijote.
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