Es más que probable que Martín Rico conociera Venecia a través de Fortuny, otro de sus grandes residentes ilustres. Seguramente Fortuny lo inició en la venecianología, pero es claro que Rico recorrió un camino propio de exaltada pasión por la ciudad lagunar. Su Venecia posee el pintoresco encanto de los románticos, pero resaltado por una plasticidad impresionista en el uso del color y la luz. Martín Rico nos recuerda la Venecia que guardamos en el corazón, y admirados por sus vistas, en las que se nos descubren los más atractivos rincones, vamos penetrando el nostálgico secreto que trata de confiarnos, por medio de la alquimia del cuadro, la Serenísima. Si buscas un acercamiento, tan sincero como cautivador, a Venecia, no rehúses acercarte a la obra de Martín Rico Ortega, donde a través de sus cuadros soñarás esa Venecia deslumbrante que fue, contemplada por una mirada por igual afectuosa como lúcida. Martín Rico Ortega, el pintor de esa luz morosa y cálida, tan sugestiva como atrayente, transforma a Venecia en ese prodigio que gusta representarnos.
VENECIANAS XLI :EL RETRATISTA DE VENECIA
Cuando descubrí Venecia, desconocía que entre la extensa nómina de sus muchos retratistas se contaba con un español. Se trataba del pintor madrileño Martín Rico Ortega. Fue uno de los pinceles más destacados de nuestro siglo diecinueve, discípulo de Pérez Villamil y coetáneo de Beruete y Fortuny. Entré en su conocimiento gradualmente. Por desgracia no pude contemplar su gran exposición, celebrada en el museo del Prado, en 2012. Pero fue en dicho museo donde admiré uno de sus cuadros genéricos sobre la ciudad de los canales: La Riva dei Schiavonni, lienzo en el que acierta plenamente, penetrando en la magia de la ciudad. Acertada de la misma manera nos parece su técnica como asimismo el uso del color. Para quien ha visitado Venecia, la estampas de Rico la ilustran con sobrada vivacidad poética. Su acercamiento, de perogrullo es reconocerlo, es más actual que el de Canaleto y más reservado que el Turner o Monet. De sus cuadros se desprende que amó sinceramente Venecia, y en ella se instaló los postreros años de su vida, hasta que le sobrevino la muerte en 1908. ¿Qué mejor marco para un ocaso?
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