LA NOVELA SEGÚN JAMES
No me cuento entre los acérrimos a Henry James. Comparto con él el inconveniente de una madurez solitaria y la fascinación por Venecia e Italia. Tal predilección no es nueva, la compartía Goethe y por ella Stendhal renunció a los salones parisinos. Durante un tiempo me dio por recopilar toda la prosa que James escribió sobre la ciudad de la laguna. La leí con cierto diletantismo. En los Papeles de Aspern su suspense me mantuvo avizor hasta el final. He de confesar que Las alas de la Paloma, sin embargo, no acabé de digerirla; se me volvieron tediosas las indecisiones de los protagonistas, envueltas en esa prosa circunloquial y espesa, cuyo almíbar produce cierta obnubilación de la consciencia. Más tarde leí sus Horas venecianas desapasionadamente. ¿Sería defecto de James o es que Venecia iba perdiendo su fascinación idolátrica? Supongo que ambas cosas. De todas formas, me aproximé a la obra descomunal de James. James era uno de esos hombres que lo escribía todo, con una facundia febril. Se ajustaba sobre todo al pormenor, y de este hacia un palimsesto ciceroniano. Borges lo cuenta entre los escritores de culto. Durante algún verano me entretuvo su novela Washington Square. Fue el teórico del punto de vista, privando del dogmatismo a la novela, reduciéndola al relativismo de la lectura abierta. La viejas novelas, insertas en la teodicea del narrador omnisciente, fueron abatidas de su supremo pedestal. Esa voz telúrica que trastornaba las conciencias en el trasfondo de Los Miserables o Los tres mosqueteros, o que ya en el siglo veinte adoctrinó desde las cumbres de La montaña mágica, tenía sus novelas contadas. James las había finiquitado desde el estremecedor relato Otra vuelta de tuerca, que continúa siendo para mí su novela más estimulante, quizá porque en ella no tropezamos con la tortuosa dialéctica de James, que se vuelve aplastante en obras como El retrato de una dama o La copa dorada. Lo suyo es la novela sicológica, donde hurga los entresijos de la prosa, recostado en el diván sicoanalítico que inaugurara Sigmund Freud.
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