Quiero escuchar el verbo
en tu luz repentina,
el pleno sol gozoso
de tu presencia. El alto
espacio donde tu potestad
anima, quiero alcanzar
desde mi humildad humana.
No pude ver tu tránsito en la tierra;
tu huella sigo por el relato
del evangelio, donde tu voz
resuena dulce o arrebatada,
condolida o triunfante.
Quisiera haberme agazapado´
próximo a ti en aquel monte,
compartido el pan de la pueril canasta ,
haber surcado en tu barca
las aguas de Tiberiades,
contemplar estremecido
tu oración en el huerto
y tocar tu cuerpo incólume
donde la sanidad emana.
Gracias por ahorrarme
tu sufrimiento en el calvario
y por el regalo de tu sangre
redentora que en tu cáliz moja
el borde de mis labios.
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