Guardamos de la poesía la más alta consideración; en ella vemos el instrumento más apropiado de análisis de la intimidad del ser humano, además de un método inmanente de reflexión estética sobre la realidad. Nos duele por ello que ciertos rapsodas mancillen su jardín con semillas corruptas, facinerosas audacias y croniquillas de amoríos adulterinos.
De tanto manosearla con impúdicos dedos, la rosa ha marchitado.
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