Pajarillos de Toledo,
¡qué dulces cantáis
en la grata mañana
mientras me acerco
a la villa por donde
el puente de Alcántara!
Apacible el Tajo arrastra
ondas nacaradas de espuma
entre murmullo de aguas,
que irrumpen como tropel
en donde la mora se baña.
En tanto contemplo su curso,
abriendo entre el roquedo
como hoz sinuosa su surco,
imagino observando el precipicio
cómo sería de Juanelo el artificio,
nuevo Moisés que de la peña
hendida hizo brotar halagüeña
agua del manantial más fresco
con que sació a su grey en el desierto.
¡Toledo, vieja urbe encastillada,
encrucijada de pueblos,
esencia misma de España!
Mientras asciendo tu cuesta acusada
evocando las maravillas
que me vienen al pensamiento,
siento el latido de siglos
que de tus piedras se exhala.
¿Qué gran secreto escondes
dentro de tus murallas?
¿La majestad de qué reyes?
¿De cuántos nobles blasones?
¿De cuántos sabios los códices?
¿De cuántos fieles las preces?
Encrespada cumbre de rapaces,
donde aprestó su nido
la augusta águila bicefalada.
Desde el torreón del Alcázar
se soñó un imperio para todas las almas.
No se conoce Toledo
sin sosegar en sus claustros,
sin recogerse en sus templos,
sin descarriar en su dédalo.
Un día llegó a Toledo
el gran pintor de las ánimas,
con su mórbida paleta
avivó nueva devoción cristiana.
Santos de penuria extática,
óvalos tristes de Madonas pálidas,
ángeles demacrados
entre aureolas de gloria santa.
Las campanas de Toledo
arrebatan el ser de España;
con ellas resuena toda su ansia,
todo su credo, toda su esperanza.
¡Toledo, vieja urbe encastillada,
encrucijada de pueblos,
esencia misma de España!
Suscribirse a:
Enviar comentarios
(
Atom
)
0 comentarios:
Publicar un comentario