Albergué la idea de escribir un relato sobre Naamán el sirio durante largo tiempo. Supongo que tal deseo surgió tras de alguna lectura del texto bíblico, cuyo episodio me resultaba bastante grato. La historia de ese general de ejércitos que se ve menoscabado por una de las más nefandas enfermedades de la antigüedad y que finalmente es sanado por un profeta, constituía un tema cargado de posibilidades literarias. Favorecía la labor el hecho de que de dicha historia solo conocemos el breve extracto recogido en la Biblia. ¿ Cómo sería en realidad ese Naamán, jefe de ejercitos, en una Siria legendaria que empezaba a descollar entre los pueblos antiguos? Podía seguirse su ámbito geopolítico entre tantos pueblos que fueron cuna de la civilización: Babilonia, Asiria, Sumer, Hatty, Egipto.
La empresa se presentaba llena de atractivos, con el aliciente de que de los personajes solo contábamos con su perfil, urgiéndonos la labor de colorearlos y darles vida. Solo Eliseo se nos presentaba con carácter rico y bien elaborado, con una biografía asaz desarrollada en el texto biblico. Los restantes, Naaman, Joram, Ben Adad, Hazael, Geizi, etc..., componían una atrayente masa de greda dispuesta para ser moldeada. Valiéndome de esa libertad de movimientos concluí la obra en relativamente poco tiempo.
Pero nunca la hubiera empezado si no hubiera recibido de fuera un espaldarazo. Sucedió durante un culto dominical, en que fui requerido por el pastor para cumplimentar la lectura del antiguo testamento correspondiente a aquel domingo. Ésta no era otra que el capítulo 5 de la IIª de Reyes.
En ese momento sentí que de alguna forma estaba involucrado con aquel asunto, que fuerzas inexplicables me impulsaban a acometerlo, que había sido elegido volver a recrear aquel episodio ejemplar con que se podía tocar tantos corazones, como lo había sido el mío. Cierto que Naamán se alimenta no poco de mi experiencia personal, pero dónde iba a encontrar sino en mi propio pecado los argumentos necesarios para explicar su condición de leproso. Como Naamán, cualquier hombre tiene por una vez la necesidad de acudir a Dios para que lo libre de su condición.
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