Debió ser honda la herida
cuando aun siento el frío del cuchillo,
cuando aun convivo con el hueco de tu ausencia
y sobrellevo una vida sin respuesta.
Debió ser tan fugaz el esplendor de primavera,
que hoy cuando desprenden las hojas otoñales,
me estremece el calado del silencio
y los cuévanos del tiempo
se diluyen en un árido observar .
Quise ver en tus ojos
lo que soñaban los míos;
quise derramarme en tu cuerpo
como en el odre el vino,
y allí madurar hasta volverme añejo.
Pero esos pámpanos los barrió la tormenta
y quedó la cepa estéril,
desechada entre el montón de leña.
Suscribirse a:
Enviar comentarios
(
Atom
)
0 comentarios:
Publicar un comentario