Memoria de Patxi Andión
Recientemente, ha fallecido el cantante Patxi Andión. Era una de esas personas con las que, por mi parte, la empatía hacia el ser humano iba más allá de su adscripción política. Creo haber escrito algo sobre él en este blog. Patxi contaba con mi admiración juvenil. Presencié su actuación en vivo en una discoteca alicantina, a la que me desplacé ex profeso, siendo yo renuente a frecuentar esos antros cavernarios de la juventud insustancial. Yo por aquellos años era un izquierdoso convencido, más que nada por oposición a un orden establecido que simbolizaba el poder constrictor frente a mi evidente debilidad. Era un joven protegido por los algodones familiares, confiado bajo la tutela de un padre al que no estaré nunca lo bastante agradecido, aunque su familiar protección desatase por contra mi rebeldía. Mi padre era hombre que simpatizaba con lo establecido, o se amoldaba a ello. Su convicción cristiana es la que lo llevaba a aceptar el principio de autoridad como el evangelio aconseja. Yo iba con los tiempos, que se movían bajo el anhelo de sacudir las cadenas y respirar nuevos aires de libertad, tal vez sin ponderar su exacto precio, cuáles eran sus tasas. Por entonces llegaban las voces de Dylan y Baez, de Hesse, de Kerouac., de Sartre, de Brel. Ecos que se recogían en las canciones de Patxi Andión. Patxi era un resistente, aunque en sus últimos tiempos corrió el peligro de ser engullido por el sistema. Apareció en el cine interpretándonos a un impúdico Arcipreste de Hita, se disfrazó de Che Guevara en un musical, formalizó unos desposorios con el papel cuché. Este Patxi ya no era el mismo, había asumido la frivolidad del espectáculo. Y nosotros queríamos al Patxi de voz varonil, que arremetía contra esto y contra aquello. A ese Patxi comprometido con la vida, con la dignidad, con los desfavorecidos, aquel que compuso una de las canciones de amor más bellas, y tal vez más afrancesadas de los setenta, Samaritana. Ha pasado mucho tiempo pero a un hoy la escucho con emoción. Su pathos concuerda con el mejor Brel. Patxi nos ha dejado, y es como si hubiera entrado el frío en el recuerdo. Aunque siempre lo recordaré retador, trascendiendo la pijosidad de aquel antro de la música disco, presentando unas canciones llenas de vigor y de lirismo, convenciéndonos de que en la vida residía un sincero fondo de verdad que la hacia digna de vivirse.
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