Me han regalado unas estancias de varios días por Europa. Nunca había gozado de semejante oportunidad. La mayoría de mis viajes supusieron siempre un estipendio gravoso para mis arcas. Dado que puedo elegir destino, el escrutinio es más complejo de lo que parece. ¿Ir a algún lugar nuevo, que no conozca? Esto sería lo más recomendable. Pero, ¿de toda esa Europa que ya han hollado mis plantas, dónde me gustaría ir? ¿Roma, Atenas, París, Londres...? Tengo buenos recuerdos de Florencia, Brujas, Praga. Mas ¿por qué no escoger un lugar desconocido: Berlín, Estocolmo, Moscú...? Esto me recuerda la capciosa pregunta: ¿Qué cosa, o que libro se llevaría a una isla desierta?
Y hablando de islas, no estaría de más unos días relajantes en Capri, que nos resarcieran de melancolías y nostalgias. Largos paseos por los jardines de Augusto y Marina Píccola, tomar un helado en la Piazzeta, navegar por sus aguas turquesa, o visitar villa San Michelle o la morada de Neruda. ¡Vaya tío! ¿Quién pudiera tener amigos como los suyos, que nos prestaran una casa en Capri? Verdaderamente, Capri sería un paraíso si...Quien dice Capri puede decir Míkonos o Santorini. Aunque si tengo que elegir, no se si Grecia sería la elección más deseada. ¿Dónde pasar unos días que nos colmen, que nos recarguen las pilas, donde encontremos un goce lo más parecido a la felicidad? Mi primera impulso fue regresar a la vieja ciudad; tal vez en ella me reencuentre conmigo mismo. Allí dejé algo pendiente; también dejé parte de mí. Ver Venecia y morir. Pasearíamos Le Zattere, con permiso de Brodsky. Trataríamos de encontrar las huellas de Ezra Pound. Visitaría San Rocco contemplando junto a James la Crucifixión, de Tintoretto. La Salute, el Bacino, San Marco, Rialto.
Cierta comodidad sentimental me hace arrimarme a semejante querencia. Cuando digo música, digo Venecia. Es una ciudad que me viene como anillo al dedo. Sus canales, sus góndolas, sus palazzos, sus chiesi. Aznavour. Esto es demasiado evocador, y quizá necesite, gozando de la libertad de recién jubilado, de estímulos nuevos, de horizontes distintos. ¿Qué hacer? El tiempo lo dirá. Me llama mucho Estambul. A pesar de Joyce, Dublín no me tienta lo suficiente. ¿ Ciudades del Báltico? Petersburgo ya no debe parecerse a la de Dostoyevski. Hay quien se va a Cracovia, pero qué se me ha perdido a mi en Cracovia.
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