Rebuscando en el librero de mi padre he rescatado el libro que en una entrada de blog anterior recordaba como una obra sugestiva, que cautivó mis exigencias de lector incipiente. Se trata del libro El amor, ley de la vida, del autor japonés Toyohiko Kagawa. En el prólogo se acomete una sucinta semblanza biográfica del autor. En el mundo han existido hombres extraordinarios cuya memoria sucumbe ante el indiferente devenir. Por lo que puedo leer, Kagawa era toda una personalidad; autor prolífico, escudriñó en ramas muy diferentes del saber. Raramente para un nipón, le salió al paso la figura de Cristo. Fervoroso por su doctrina, buscó las maneras más idóneas de servirlo. Desheredado al parecer por no querer renunciar a su nueva creencia, casi en la indigencia apostó por abrazar la causa de los pobres, que en el Japón de entonces eran legión. El celo por servir a sus semejantes, le llevó a convertirse en un agitador social. Estuvo en varias ocasiones preso, en defensa de la clase obrera.
Toyohiko Kagawa atesora en su prosa todo el misterioso encanto de la literatura japonesa, que también podemos encontrar en autores como Mishima y Kawabata. Posee esa sutileza oriental tan rica en matices y tan ajena a nuestra mirada positivista de interpretar el mundo. En cuanto pueda releeré el sugestivo libro de Kagawa, que espero sea tan estimulante como fue su primera lectura en esas edades que pertenecen ya a la añoranza. Por cierto, he estado buscando el libro en las redes; ya descatalogado, el ejemplar debe constituir toda una rareza.
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